por Robert Magrisso
Audio Introduction
Un supremacista racial blanco cargado de rencor entra a una iglesia afroamericana y asesina a sangre fría a nueve feligreses con la intención de provocar un conflicto racial. El asesino es aprehendido y puesto en prisión. En vez de responder con odio, los familiares de las víctimas ofrecen perdonar, renunciando de esta manera al deseo de la venganza.
Un baloncelista superestelar en medio de la serie final de la liga toma conciencia de que su equipo no va a ganar la serie si continúa acaparando la bola en vez de pasarla. Se da cuenta de que es necesario que confíe en sus compañeros de equipo y que pase la bola con más frecuencia. El jugador superestelar renuncia así a su estilo de juego individual para que su equipo gane la serie.
Una madre joven cuyo hijo necesita atención especial decide pasar más tiempo en casa cuidando a su bebé en vez de dedicar ese tiempo a su trabajo y a su profesión a los cuales ha dado años de estudio y preparación. Ella renuncia así a sus ambiciones profesionales por el bienestar de su hijo.
Un joven preocupado por el calentamiento global y por sus consecuencias para la vida del planeta usa su bicicleta y los medios de transportación pública a su alcance para moverse diariamente y así disminuir lo más posible su "huella de carbono." De esta forma renuncia al uso del automóvil con la dependencia que éste crea y con la influencia negativa que ejerce sobre sus decisiones de vida.
Se podrían ofrecer numerosos ejemplos similares que describen el papel que la renuncia desempeña en nuestra vida cotidiana. El espíritu de la renuncia enlaza muchos actos y actitudes que en la superficie parecen desconectados. Por ejemplo, la disposición a perdonar, el trabajo de equipo y el sacrificio son virtudes que reciben vida por medio del ejercicio de la renuncia. En verdad se puede decir que en el fondo de las religiones y los sistemas éticos se halla la idea de la renuncia, aunque ésta aparezca con otro nombre. El amor, la compasión, el participar con otros, la flexibilidad y la inclusión tienen en común un componente indispensable: la renuncia.
La palabra renuncia, sin embargo, es una palabra muy antigua que suele asociarse con las imágenes de un monje en su monasterio o con un yogui indio en vez de relacionarse con la vida contemporánea. El diccionario define la palabra renuncia como "el acto o la práctica de abandonar o rechazar algo que de por sí es disfrutado o deseado." La renuncia tiene sinónimos tales como abnegación, repudio o la negación de uno mismo. Me parece que esta definición y sus sinónimos no son adecuados para dar una idea del significado que la renuncia desempeña en la práctica espiritual de Cafh.
Cafh como camino espiritual es "el camino de la renuncia." Lo que Cafh no hace es decir lo que la renuncia es y significa. Cada cual vive la renuncia de acuerdo a las enseñanzas que ha recibido y sus lecturas, y especialmente de acuerdo a sus propias experiencias. La realidad es que la renuncia no se limita a una sola idea sino que es un complejo de ideas que constituyen una visión de cómo vivir la vida. De esta manera la renuncia se vuelve una idea visionaria que enfoca la vida de una forma muy distinta a las visiones que prevalecen en el mundo actual. Al mismo tiempo la renuncia es una idea muy antigua que aparece en formas diversas en todas las culturas, las religiones y los sistemas éticos y morales.
La renuncia, tal como se practica en Cafh, consiste de una visión del mundo que valora el vivir en el presente consciente de que formamos parte integral de un TODO y de que tenemos que liberarnos de todo aquello que nos condiciona y nos limita. Este concepto de la renuncia proviene de una visión de la realidad sólida y profunda. Nuestra esperanza como miembros de Cafh es que esta idea llegue a penetrar el pensamiento predominante en nuestro tiempo y que se vea no como una negación de uno mismo sino como una fuerza liberadora que nos ayuda a superar las actitudes, conductas y sentimientos que nos limitan y nos hacen vivir de espaldas a nuestras necesidades verdaderas y a las necesidades de nuestro mundo.
Es indudable que con el correr del tiempo la sociedad ha avanzado en muchos aspectos de su desarrollo. Sin embargo, pareciera que nuestra capacidad de convivir en paz y armonía no alcanza a desarrollarse al ritmo del avance científico y técnico de la sociedad.1
Los avances tecnológicos en los campos de la transportación y las comunicaciones y la actual integración económica han hecho de nuestro planeta uno más pequeño en el cual convivimos muy cerca unos de otros. En el momento actual es posible viajar a cualquier parte del planeta y visitar países y ciudades que en el pasado hubiéramos visitado solo en la imaginación o a través de la lectura o la pantalla. En la actualidad podemos comunicarnos con cualquier persona en cualquier parte del mundo en forma casi instantánea, tanto por voz o por video. Recibimos información, artículos de consumo y comidas de todos los rincones del mundo. La "globalización" se ha convertido en uno de los hechos incontrovertibles de nuestra época.
Todo esto trae los inevitables encuentros con personas que son diferentes a nosotros; con personas de apariencia distinta que a veces hablan un idioma diferente al nuestro y que poseen hábitos y costumbres diferentes. Dada esta realidad cabe preguntarse: ¿resulta posible convivir en paz en un mundo multicultural? ¿Es nuestro destino el vivir en un conflicto perpetuo? ¿Debemos dar valor a la diversidad o en cambio debemos verla como una amenaza? ¿Podemos ampliar nuestro sentido de identidad sin sacrificar nuestros valores esenciales? ¿Podemos abrir esos valores al cambio con el fin de mejorarlos? ¿Podemos superar los límites que continuamente imponemos a nuestra identificación con nuestros semejantes para de esa manera incluir a "los otros," a los extraños, a los que consideramos diferentes? ¿Podemos superar el sentido de la separación en todas sus formas y matices?
No resulta fácil encontrarle respuestas a estas interrogaciones, ni es probable que lo logremos en un futuro cercano. Sin embargo el aprender a renunciar se hace imprescindible en un mundo de una gran interdependencia económica y que es en realidad el hogar común de todos los seres humanos. Los adelantos tecnológicos hacen que todo lo que hacemos repercuta y afecte a todos los demás, aún a aquéllos en el lado opuesto del planeta. Tenemos la capacidad de afectarlo todo, bien sea esa fina capa de gases de la cual depende nuestra vida y que llamamos la atmósfera, o bien el mismo océano que constituye un 70% de la superficie terrestre. Nunca antes habíamos tenido los seres humanos la capacidad de impactar el planeta como podemos hacerlo hoy. El cambio de clima conlleva consecuencias aun difíciles de imaginar. Al mismo tiempo hemos dominado la energía nuclear y tenemos la capacidad de acabar con la vida en nuestro planeta.
La realidad es que gústenos o no, vivimos todos juntos en este mundo nuestro. Cabe preguntarse si somos capaces de abrirnos a lo que esto implica y así escapar de la ignorancia, la indiferencia, la codicia y el temor en que nos hallamos sumidos. Hacerlo no es fácil. Se hace necesario un trabajo serio que no permite respuestas fáciles, ni consignas ya gastadas por la experiencia de la historia. A veces la necesidad de renunciar se nos hace difícil de ver por la incomodidad que puede causarnos. Nuestro ego siempre se defiende como puede, estemos conscientes de ello o no.
Todo esto requiere trabajo. La tarea es ingente y cabe preguntarnos en qué valores nos vamos a apoyar para hacer este trabajo y de dónde vamos a sacar las fuerzas? El trabajo requiere que reconsideremos nuestros puntos de vista, teorías y opiniones que puede que ya no sean útiles o que no estén al día. Tenemos que reconocer que muchos aspectos de nuestra forma de pensar forman parte de una narrativa que no es realmente nuestra y que en cambio nos ha sido inculcada por la sociedad en que vivimos. Esta narrativa contiene valores diferentes. Aunque estamos conscientes de algunos de ellos, no lo estamos de otros. Los hay que son útiles y todavía necesarios pero otros provienen de una visión del mundo obsoleta e insular y por lo tanto debemos descartarlos. Para hacer un trabajo efectivo hace falta que veamos que muchos aspectos de nuestra visión del mundo son parciales y producto de nuestro condicionamiento, y por lo tanto no están adecuados para nuestra vida actual.
Una de las cosas más difíciles de este trabajo es el armonizar el valor de cada individuo con las necesidades del grupo al que pertenece. Nuestra cultura con frecuencia da prioridad al individuo por encima del bien común. Por lo tanto lo que yo debo renunciar no va a ser necesariamente lo mismo que lo que una persona proveniente de una cultura en la que se valoriza la conformidad tiene que renunciar. Lo que importa es que en todo caso lo que siempre ha de ocupar el primer plano es la renuncia.
Cabe preguntarse con quién me identifico. ¿Lo hago solamente con un grupo en particular, con los miembros de mi religión, de mi mismo sexo, de mi nacionalidad, de mi raza, mientras creo que los pertenecientes a otros grupos son inferiores o representan una amenaza para los míos? ¿Puedo expandirme hacia toda la humanidad, cosa de incluir a todas las personas como individuos por los cuales puedo sentir una empatía total? La renuncia requiere mi participación con todos los demás, es decir, que yo incluya a todos y que supere mis identificaciones parroquiales. Para que exista la justicia social es necesario liberarnos de los condicionamientos del pasado, de los reclamos históricos y de los deseos de venganza. Solamente así se podrá interrumpir el círculo de odio y guerras en que nuestra humanidad se encuentra sumida.
La renuncia se hace necesaria como fuerza política y social en este mundo contemporáneo en el cual la interconexión, la interdependencia y el multiculturalismo son hechos irreversibles. Para vivir en paz y armonía tenemos que adaptarnos a los tiempos. Los desafíos que tenemos por delante son enormes y los cambios van a tomar tiempo, pero éstos ya han comenzado como lo demuestran los ejemplos al comienzo de este artículo y como lo ilustra The Arch of Unfolding. Nuestra esperanza es que la renuncia se convierta en una actitud esencial de la humanidad capaz de transformar nuestras vidas y nuestras acciones de manera de que podamos vivir en un mundo sustentable y lleno de paz y armonía.
Nota
"La alquimia interior" por José Luis Kutscherauer, Director de Cafh. Haga clic en La alquimia interior