por José Luis Kutscherauer, Director de Cafh
Si bien esta alocución fue presentada a una asamblea de los miembros de Cafh en Olmué, Chile, en Mayo de 2016, Seeds considera que todos aquellos que están dedicados al desenvolvimiento espiritual encontrarán en ella inspiración y muy buen uso, para su propio bien y el bien de todos. Para información acerca de las enseñanzas e ideas fundamentales de Cafh, acceder a www.cafh.org.
Demos vuelo a nuestro desenvolvimiento espiritual que quita la envoltura de lo ilusorio y nos permite descifrar con certeza la esencia misma de nuestro ser. Esta es la misión que queremos, podemos y debemos llevar a cabo, no por un "deber ser" sino por un compromiso de amor que hemos elegido y asumido.
Decimos que no somos, sino que estamos siendo. Esto implica un estado de cambio permanente. No somos un producto terminado. Por estar vivos, en cada instante vamos dejando algo y al mismo tiempo vamos incorporando algo. La simple observación de nuestro cuerpo nos permite ver que, a la vez que perdemos células, estamos generando otras nuevas.
Una transformación se produce a través de cambios. El proceso de liberación interior en el que estamos inmersos implica vivir en transformación continua. Hacernos conscientes de esta realidad nos permite tomar fuerzas para no resistirnos a los cambios que la vida nos pide. Resistirnos al cambio sería contrario a la ley de la vida, a nuestras posibilidades de ser almas libres y al llamado a la Unión Substancial con la Divina Madre.
Sustentemos firmemente en nuestro corazón ese proceso de transformación interior continuo que se aviene rápidamente a los cambios que necesariamente tienen que darse. Para dar continuidad a ese proceso de desenvolvimiento espiritual no hemos de cejar en nuestro empeño por remplazar posiciones tomadas ante la vida. Es preciso mudar viejos hábitos, formas de pensar, proceder y responder, por actitudes que reflejen nuestra elección de ofrenda, de olvido de nosotros mismos, de anteponer el bien de todos a las conveniencias o gustos propios. Es en torno a estas actitudes que han de gravitar nuestras elecciones.
No se trata de hacer un cambio por el cambio en sí, sino del cambio para acompañar el devenir de la vida. El cambio ha de responder a una posibilidad de mejora, ya sea en un proceso o en una actitud, y como resultado ha de apuntar a un mayor grado de inclusión y participación. Trabajemos incansablemente para dar cabida a esa fuerza incontenible de amor por el desenvolvimiento de nuestra alma que nos permita sobreponernos a los escollos y vencer el temor a dejar los apoyos que nos limitan. De esta manera podrá surgir como único sostén de nuestra alma el anhelo de libertad interior que nos conduce indefectiblemente a la unión con la Divina Madre.
Si prestamos oídos a nuestra vocación es posible desenvolvernos en paz y armonía, viviendo en paz y armonía con nosotros mismos, con nuestros compañeros de camino, en nuestro hogar, en nuestra Comunidad, en nuestro trabajo, entre los pueblos de la Tierra. Para esto reforcemos nuestra determinación de priorizar los valores trascendentes, los que nos llevan a ser honestos, humildes, a comprender, a amar. Si buscamos la luz para salir del oscuro mundo de la ignorancia, la confusión y la confrontación, podremos contar con la fuerza interior para iluminar tanto nuestro camino como el de otros.
Conciencia y voluntad son las dos fuerzas con que contamos para desarrollar la Mística del Corazón, para expandir nuestro amor. La conciencia nos permite ampliar permanentemente nuestros límites, impulsándonos siempre más allá de donde estamos y la voluntad nos induce a hacer realidad nuestros sueños, a dar cada paso concreto, a vivir plenamente el presente. Estas son las bases sobre las cuales se asientan todas nuestras posibilidades de desenvolvimiento. Más allá de nuestras limitaciones contamos con la fuerza de la vocación que nos permite sobreponernos a la desesperanza al reconocer que, en general, nuestro estado de conciencia no es tan inclusivo como quisiéramos. Ni siquiera nos detiene el hecho de darnos cuenta de que por lo general, en lo cotidiano, tenemos poca conciencia de la vida del universo, de las almas todas y hasta de las consecuencias de algunos de nuestros actos. Es la fuerza de la vocación la que nos guía y nos estimula para sobreponernos cuando nuestra voluntad flaquea y se nos dificulta cumplir con nuestros propósitos. Es la fuerza de la vocación la que nos permite arribar al reconocimiento sincero y humilde del lugar donde nos encontramos y es este hecho lo que nos posibilita realizar un trabajo cierto de desenvolvimiento.
Nuestro compromiso de amor es desenvolvernos, por eso solo es necesario que volvamos a hacer el esfuerzo una vez más. No es lo mismo haber intentado cien veces que haber intentado ciento y una veces. Todo momento es el momento para vivir la ofrenda, el olvido de nosotros mismos. La Divina Madre nos ha dado la gracia de poder cambiar a cada instante. No sabemos cuándo venceremos la inercia o el peso de una limitación o de un hábito y podamos liberarnos y trascenderlo. De ahí la importancia de acentuar aún más nuestra determinación de continuar el camino que hemos elegido, para sobreponernos a la tendencia humana de desanimarnos y abandonar el intento justamente cuando, con un pequeño esfuerzo más, hubiéramos logrado nuestro propósito.
En cuanto a la conciencia, tenemos la osada aspiración de unirnos substancialmente a la conciencia cósmica. Si bien todos estamos participando de la conciencia cósmica, gran parte del tiempo no somos conscientes de ese hecho. Es como estar en una casa pero no darnos cuenta de que estamos en ella. De a poco nos vamos apercibiendo del efecto que provocamos. El todo no es igual después de haber actuado cada uno de nosotros. La medida de nuestra participación está dada por la conciencia que tenemos de cómo afectamos al todo y del efecto que provocamos en ese todo.
Hemos comprendido que para avanzar en nuestro desenvolvimiento necesariamente tenemos que dejar de depender de apoyos ilusorios que entorpecen nuestros esfuerzos por desenvolvernos. Al descorrerse este velo, nada puede detener el impulso de nuestra vocación, ni aun las circunstancias materiales o relacionales que nos toque vivir, porque entendemos que los límites los ponemos nosotros y también los superamos nosotros. Nadie puede quitarnos la posibilidad de tener una nueva concepción del amor y de la vida y nadie puede quitarnos la comprensión profunda de sabernos dueños de nuestros sueños de amor y de la voluntad de realizarlos en esta vida. Sentimos la libertad de ser dueños de cada instante, de no quedar prisioneros de un modo de ser originado en un momento, en una circunstancia particular y pasajera. Al hacernos plenamente responsables de nuestra vida, se aligera la carga, porque tomamos las riendas de nuestro destino al decidir con responsabilidad y conciencia. De no dar este salto de asumir plenamente nuestra vida y las decisiones que tomamos, aplazamos la realización de nuestro destino y permanecemos observando el abanico de posibilidades al que podríamos acceder pero nada más. Es como quedarnos leyendo la misma página de un libro y nunca dar vuelta la hoja para continuar con la trama de la historia que contiene el libro.
Hemos experimentado que cuando el desenvolvimiento espiritual se actualiza en el alma, nos mantiene activos, vibrantes, llenos de energía y pujanza. También hemos experimentado algunos factores que limitan nuestro desenvolvimiento. Uno es la falta de esfuerzo que nos mantiene en una zona de confort y nos lleva a no asumir la vida con todo lo que esto significa. Otro factor es el intento de anquilosar la vida, amarrar las ideas, para que todo siga igual y así evitar la incertidumbre propia de los cambios. Un tercer factor limitante es el buscar ser alguien, querer que nos den un lugar, en vez de ocupar el único lugar propiamente nuestro que se logra por cumplir la vocación, es decir, dando lo que uno tiene para dar de sí, sin necesidad de ninguna condición especial para hacerlo. Superemos con holgura estos límites para lanzarnos sin temor y con decisión al cumplimiento de nuestro destino.
Una profunda plenitud interior invade nuestra alma cuando somos conscientes de que albergamos a la Divina Madre en nuestro corazón. Es esa conciencia lo que imprime determinación a nuestra voluntad para trabajar incansablemente por nuestro desenvolvimiento y el de todas las almas.
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Nota
Cafh: La palabra Cafh tiene raíces antiguas, para los miembros de Cafh, simboliza el esfuerzo del alma para alcanzar la unión con Dios. Al mismo tiempo representa la presencia de lo divino en cada alma.