por Jorge Waxemberg
El arte de vivir lleva al ser humano a relacionarse con sus pensamientos y sentimientos en forma activa y deliberada. No está a merced de pensamientos y sentimientos que lo dominan sino que, por el contrario, se dedica metódicamente a conocer y armonizar su modo de pensar y de sentir.
Si bien la manera de pensar y de sentir está determinada en gran parte por la herencia y el medio, dentro de cualquier corriente de ideas y en cualquier medio la calidad de los pensamientos y sentimientos de un individuo depende de su grado de conciencia.
Cuanto menor es el grado de conciencia, más se identifica uno con las corrientes mentales de su medio y más subordinada está su mente a sus impulsos, pasiones y deseos. En esta situación la propia vida se determina por pensamientos y sentimientos que no se eligieron ni se pueden controlar. Uno los defiende tenazmente, sin siquiera considerar si reflejan lo que en verdad cree y anhela.
Sentir y pensar de acuerdo con los condicionamientos sociales y los instintivos determina una larga etapa del desenvolvimiento humano y produce ignorancia, luchas, encono y dolor.
A pesar de que los pensamientos y los sentimientos están íntimamente ligados, su relación no siempre es armónica, sobre todo cuando los impulsos instintivos y los pensamientos egoístas mueven al ser humano en sentido opuesto al ideal que vislumbra en sus momentos de mayor comprensión.
La expansión del modo de sentir es generalmente más lenta que la del modo de pensar. Muchas veces el egoísmo y la pasión se imponen sobre el entendimiento. Por ejemplo, aunque alguien comprenda que todos los seres humanos son iguales, puede ocurrir que continúe identificándose con unos y rechazando a otros. Esto no sólo hace sufrir y desconcierta a las víctimas directas de su actitud, sino que afecta negativamente al conjunto de las relaciones humanas. Pensar de una manera y sentir de otra es un obstáculo para desarrollar la conciencia y construir un mundo de paz y bienestar.
Se aprende a influir positivamente sobre el modo de pensar y de sentir ajustándose a un método de vida. El trabajo sistemático con la voluntad y la atención, el control de la energía a través de la actividad intelectual útil y del trabajo productivo, constituyen una ascética mental y afectiva que ayuda a quien se esfuerza para lograr armonía. Sus sentimientos responden paulatinamente a su naciente conciencia del bien y sus pensamientos se van sujetando a su voluntad.
Además de seguir un método de vida es necesario contar con técnicas específicas que acostumbren a armonizar y desarrollar la forma de pensar y de sentir.
Una técnica de control mental consiste en sustituir pensamientos y sentimientos egoístas por otros más nobles. Si bien no se puede evitar que a veces surjan sentimientos y pensamientos egoístas o agresivos, sí se los puede trasmutar para que produzcan bien en vez de hacer daño. Cuando aparece un pensamiento negativo hay que observarlo con el mayor desapasionamiento posible para que consuma la energía negativa con que está cargado. Enseguida hay que producir el pensamiento más elevado que se pueda tener en ese momento y retomar las riendas de la mente. Por ejemplo, si se tiene un pensamiento negativo hacia una persona, apenas se toma conciencia de él se genera un pensamiento positivo hacia esa misma persona. Se puede decir una oración por ella, o se puede imaginar que se la cubre con un sentimiento de paz y amor. Si se es consecuente en esta técnica de sustitución, poco a poco se cambia el hábito de reaccionar hiriendo por el de responder amando.
Otra técnica para controlar la forma de pensar consiste en generar amor por todo lo que hay que realizar. La atención desinteresada hace que la mente permanezca sobre el centro elegido y, al mismo tiempo, se mantenga alerta a todo lo que se desarrolla a su alrededor. Esto produce un gran poder de atención y de percepción. Al liberarse de la distracción incesante de los pensamientos asociativos y los impulsos inconscientes, la mente percibe lo que ocurre, comprende las experiencias y expande los sentimientos. Cada momento de la vida se transforma en una enseñanza.
Estas técnicas son simples de aplicar, pero exigen un profundo amor por la libertad interior. Sólo ese amor puede generar la fuerza suficiente para cambiar una forma de pensar y de sentir que lo define a uno como una personalidad limitada y separada de la totalidad de la vida.
La recta intención y el trabajo continuo son, en última instancia, los mejores aliados para lograr una relación armónica con los pensamientos y sentimientos.
Quien logra armonía entre mente y corazón es libre para pensar y sentir de acuerdo con su ideal y tiene en sus manos los medios necesarios para construir un mundo de paz y felicidad para toda la humanidad.
El arte de vivir la relación por Jorge Waxemberg, Cuadernos de cultura espiritual, Argentina, 1992.