por José Luis Kutscherauer, Director de Cafh1
Si bien esta alocución fue presentada a una asamblea de los miembros de Cafh en Olmué, Chile, en Mayo de 2015, Seeds considera que todos aquellos que están dedicados al desenvolvimiento espiritual encontrarán en ella inspiración y muy buen uso, para su propio bien y el bien de todos. Para información acerca de las enseñanzas e ideas fundamentales de Cafh, acceder a www.cafh.org.
Es indudable que con el correr del tiempo la sociedad avanzó en muchos aspectos de su desarrollo. Sin embargo, pareciera que nuestra capacidad de convivir en paz y armonía no alcanza a desarrollarse al ritmo del avance científico y técnico de la sociedad.
Oleadas de irracionalidad se propagan por el mundo y cobran vida sentimientos, emociones, actos que creíamos que como humanidad habíamos superado. Es así que nos surgen preguntas que las más de las veces deseamos se resuelvan de manera milagrosa y sin realizar ningún esfuerzo de nuestra parte ¿Cómo ocupar el propio lugar en el mundo y no dos lugares, coexistir en armonía, aceptar la diversidad en nuestra sociedad convulsa? ¿Cómo podríamos generar una oleada con la misma fuerza pero esta vez de conciencia, de amar por amar, de respeto, de reverencia por la vida?
El llamado de nuestra vocación de renuncia nos pide no dilatar nuestra respuesta pero, para que esa respuesta sea efectiva, tenemos que estar centrados en lo que esa vocación significa. El cambio de una actitud egoísta de agresión y competencia por una actitud inclusiva y participativa requiere toda nuestra energía. Nuestra historia como seres humanos nos muestra una sucesión de guerras y matanzas que hasta el día de hoy no han cesado. Son siglos de alimentar hábitos en esa dirección. En nuestro corazón albergamos el osado sueño de revertir y suplantar esos hábitos por otros nuevos y diferentes. Nuevos, porque están enraizados en nuevas actitudes. Diferentes, porque las nuevas actitudes nos llevan a apelar a la voz de nuestra vocación que nos susurra que el corazón de cada ser humano cuenta con la facultad de realizar la alquimia interior que transforma el temor, la venganza, los deseos posesivos en confianza, en inclusión y en participación por amor; porque creemos firmemente que las respuestas por reacción, defensivas, pueden ser reemplazadas por comprensión, solidaridad, asistencia abnegada.
Cuando se descorren los velos que cubren nuestro discernimiento, vemos sin dificultad que Los Dos Caminos2 se presentan a cada instante para darnos la posibilidad de generar estos nuevos centros de fuerza en nuestro ser. Todo nos llama a que dejemos de lado la dispersión de buscar afuera lo que tenemos dentro y a que concentremos nuestra energía en hacer emerger todo el potencial de bien que albergamos en el corazón. Con serena convicción centrémonos en dar y más dar, sin reparos, sin condicionamientos ni reservas.
Apoyemos nuestro hacer en esta realidad interior que hemos ido comprendiendo a lo largo de nuestro camino de conciencia y voluntad de desenvolvimiento. Demos vida de manera cotidiana a esas verdades que pugnan por salir de nuestro interior, sin grandes escenarios que nos distraigan de nuestro propósito. Para esto necesitamos contar con la audacia de quienes conciben una idea y se disponen a realizarla.
Osemos, entonces, dar el paso que nos lleve no solo a conferir solidez intelectual a lo que ya hemos aprendido, sino a ir más allá. Ejercitemos nuestra voluntad de desenvolvimiento para trascender las estructuras mentales que hemos construido con el tiempo y así abrirnos a otras realidades para ir más allá de lo que nuestra razón etiqueta como meras posibilidades.
Si hemos comprendido que amar a los demás es un avance para la humanidad, no cubramos con velos este descubrimiento por temor a que nuestra conciencia nos reclame coherencia con lo aprendido.
Si hemos comprendido que nuestra vocación es de renuncia y lo hemos confirmado con nuestros votos, no nos cubramos los ojos para no ver cuando no estamos honrando nuestro compromiso de ofrenda.
Si hemos comprendido que amarnos a nosotros mismos es tan indispensable como aprender a amar a los demás, no dejemos de lado este conocimiento como uno más que acumula el polvo del olvido en nuestra mente. Amémonos convencidos de que mientras más amor generemos en nuestro corazón, más aptos estaremos para responder a quienes lo necesitan.
Si hemos comprendido que la participación con la conciencia cósmica es nuestro destino, emprendamos el camino participando con la alegría y el dolor ajenos, en lugar de atrincherarnos detrás de los límites de nuestros propios y reducidos intereses.
Si hemos comprendido que presencia es no huir de la realidad sino abrazarla, no perdamos este atisbo de conciencia universal que lucha por abrirse paso en nuestras vidas y mantengámonos presentes cuando alguien sufre. Enfrentemos la realidad de nuestro mundo interior y del mundo en que vivimos. No abandonemos, ni por un instante, nuestro lugar dentro del Cuerpo Místico de Cafh, porque es nuestra responsabilidad enriquecer la experiencia de todos los Hijos e Hijas con la nuestra.
Si hemos comprendido que la reversibilidad ha de ser la característica de nuestra espiritualidad, flexibilicemos nuestro modo de pensar y hagamos la práctica de liberar nuestra mente de modos de pensar trillados, rígidos y predeterminados.
Si hemos comprendido que el amor es un camino que siempre conduce a buen fin, no nos cansemos de amar, de ejercer la capacidad de darnos, de amar por amar, de introducir en nuestro corazón una energía que dé vida en lugar de quitarla.
Si hemos comprendido que el discernimiento es indispensable para realizar un sano trabajo de desenvolvimiento espiritual, no nos escudemos en la ignorancia para no escuchar lo que nuestro discernimiento nos dice.
Si hemos comprendido que la confrontación violenta solo produce una escalada de violencia, apartemos nuestros pasos de ese camino de dolor.
Parece simple cumplir con nuestra vocación, pero solo el transcurso de los días prueba nuestra constancia en la entrega. Cada día vivido identificándonos con la Integridad de la Gran Obra3 y aportando nuestra energía a la Gran Corriente4 adquiere sentido hasta en sus más ínfimos detalles, porque nada queda por fuera.
No se trata de huir de la vorágine sino de actuar de manera de encauzar la fuerza de la vida con una finalidad que nos lleve a que todo colabore a favor del desenvolvimiento de las almas y del cumplimiento del Plan Divino5 sobre la Tierra.
Demos un primer paso intensificando el trabajo de reservar nuestras energías y evitar la dispersión.
Demos un segundo paso fortaleciendo nuestro espíritu de recogimiento. Busquemos más asiduamente detener la carrera de la vida impulsada por deseos posesivos que nos llevan ciegamente hacia nuestra destrucción.
Demos un tercer paso acrecentando nuestro espíritu de oración, que encauza nuestra vida hacia los valores trascendentes, que nos orientan a volver nuestra mirada perseverantemente hacia la Divina Madre.
El camino de Cafh nos proporciona todos los medios para activar nuestras potencialidades y realizar la Obra que nos ha sido encomendada.
Pongamos tanto amor en cumplir su Método que podamos hacer real lo ideal, posible lo que creemos imposible: crear un mundo en que reine la paz.
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Notas
1 Cafh: La palabra Cafh tiene raíces antiguas, para los miembros de Cafh, simboliza el esfuerzo del alma para alcanzar la unión con Dios. Al mismo tiempo representa la presencia de lo divino en cada alma.
2 Los Dos Caminos, un tema de meditación en Cafh que ayuda a discernir opciones que pueden envolver cambios de orientación.
3 Integridad de la Gran Obra se refiere a las ideas divinas humanamente concretizadas en el mundo.
4 Gran Corriente se refiere a la conjunción de fuerzas con que los Iniciados proyectan la Idea Madre sobre la humanidad, y la fuerza de intensión, pensar y sentir que los seres humanos generamos para alcanzar nuestros propósitos. La Idea Madre, a este nivel del desenvolvimiento humano, es armonizar los valores que promueven nuestro progreso personal con valores universales.
5 Plan Divino se refiere al Plan Universal de Evolución proyectado por los Iniciados.